La Cita

La cita era esta vez a las 10 de la noche. Carlos se duchó temprano, y buscó sin prisa en su closet un jean y una franela negros. No usaría colonia, aunque sabía que tendría que soportar ciertos olores desagradables.

Se sirvió un café, miró el reloj y comprendió que todavía tenía bastante tiempo, que podría sentarse en el sofá y relajarse un poco. Hubiera preferido una cerveza, talvez un brandy, pero esas citas exigían a veces estar alerta, y el licor sólo promovía la distracción. Un cigarrillo no sería problema.

Salió a la calle, y se dirigió a la estación del metro. El vagón estaba casi vacío, una que otra pareja que regresaba del cine, tal vez. El sonido de los rieles, las luces que se perdían en los túneles, parecían tener un ritmo acompasado, y le ayudaban a contar las estaciones. Era el momento de descender.

Caminó por las calles oscuras, débilmente iluminadas, siguiendo una ruta que le era ya conocida. Al divisar la casa sintió aumentar su temperatura y su ritmo cardíaco. Siempre se sentía mal en esos momentos, parecía que nunca, que nunca se acostumbraría a esos preliminares.

Rodeó la casa, y buscó la puerta trasera, que estaba, como siempre, entreabierta. Una antorcha ardía lentamente, mortecinamente, en el fondo del patio. Carlos logró reconocer a varias personas. Sintió que innumerables ojos lo examinaban.

Alguien le ofreció una capa, y pudo ver que ya habían abierto varias tumbas. Algunas personas hablaban en voz baja.

- Siempre llegas a tiempo –le dijo uno de sus amigos. Carlos sonrió. Ya empezaba a sentirse relajado.

0 comentarios: