Los Falsos Positivos del Ejercito en Colombia: El Horror de Intolerable Realidad

La historia es sencilla, con una trama, actores y unos escenarios lo suficientemente simples como para ser contada en pocas palabras. Esa simplicidad que no conjura las palabras, que no se viste de adjetivos y que rehuye a las metáforas para evitar así cualquier posible trascendencia, pues su intención es algo más profundo, más siniestro: no ser percibida, no ser entendida, no ser palpada, perderse en el más vasto y total vacío, en un perfecto camuflaje que logre que pasemos frente a ella y no nos percatemos de su presencia.

Es una historia sencilla, simple, que se ha repetido y se repite una y otra vez: un hombre gris cuyo único equipaje es la promesa de un trabajo no muy claro pero lo suficientemente bien remunerado y tentador como para no ser rechazado, sale en busca de jóvenes desempleados, desesperados, que viven rodeados de esa miseria que algunos llaman una cachetada a la humanidad. Les ofrece una luz, esa esperanza que seguro presienten que existe pero a la que nunca le han visto la cara, los convence entre cervezas que van y vienen, entre música y sonrisas. Luego, seguramente con una fuerte resaca y con el sol apenas saliendo, los transporta lejos, lo suficientemente lejos tal vez con la esperanza de no dejar huellas. En algún momento se encuentran en algún paraje rural donde son fusilados por miembros del ejército, se les plantan uniformes y armas, y son reportados como guerrilleros caídos en combate. El hombre gris recibe una buena suma…los soldados y oficiales son premiados con buenas recompensas por el gobierno.

Es una historia que no tiene esa melancolía casi poética que nos producen las historias góticas de terror, ni esa tranquilidad casi ontológica que podemos usar como excusa para explicar y a la vez redimir nuestros pecados al pensar que somos descendientes de crueles deidades que se pierden en la oscuridad de los tiempos más lejanos…Es una historia limpia, sin ambigüedades…No es el relato irónico, casi humorístico de unos infelices ladrones de cadáveres perdiéndose en la noche de los subterráneos de Glasgow . No son campesinos rumanos decapitando los cuerpos en descomposición de sus seres queridos, profundamente aterrados ante la posibilidad de que se conviertan en vampiros…no es la crónica de un desquiciado asesino en serie. No es el folklore del chupacabras…

Es Ana Arendt tratando que entendamos la banalidad del mal. Es Darwin confesándole a un amigo en una carta, profundamente preocupado, que no logra imaginar que diría el capellán del diablo frente a los horriblemente crueles trabajos de la naturaleza…son los musulmanes torturados en las cárceles de Bush, las mujeres afganas desfiguradas con ácido que nos miran, inmutables, como figuras de cera destruidas lentamente por el calor del fuego…es el cura que diariamente da misa y que diariamente también abusa sexualmente de niños indefensos…es la realidad que hace pedazos al personaje de ese hermoso y perturbador cuento de Bolaño…

Es probablemente el vacío total, esa repugnante sensación que nos queda después de esa recurrente pesadilla en que caemos y caemos…sin nunca tocar fondo. Es tal vez la excusa de anacoreta, del ermitaño para huir, para retirarse, para apartarse, para hacerse a un lado. Es el motivo por el cual William Blakestone, ese leitmotiv de Lowry, se fue a vivir con los indios…es el lacrimógeno meme de gloomy Sunday, el meme del efecto Werther…

Quizás sea ese terror que nos provoca la teoría cuántica cuando nos cuenta que existen infinitas dimensiones en que somos los mismos, ejecutando infinitamente variaciones de nuestros actos...es el terror al espejo, de vernos reflejados en el otro y reconocernos a nosotros mismos…esa certeza de que estamos en un viaje desesperado hacia ninguna parte…es la certeza de que lo importante en la vida no es cómo comienza, ni cómo termina, sino el tránsito, el periplo, lo que se camina…ese deambular que nos enfrenta, día a día, con ese horror de intolerable realidad.

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