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Ya estaba acostumbrado, se había convertido en una rutina. Primero introducía la llave, la giraba, y entreabría la puerta, sólo lo suficiente para introducir la mano, buscar el interruptor y encender la luz. Sabía, a fuerza de costumbre, que no tocarían su mano, ni que intentarían forzarlo... también sabía que sentían su presencia y que se escondían, esperando el momento oportuno...

Como era habitual, se detenía en medio de la sala y empezaba a observar, detenidamente, cada uno de los sitios posibles donde se pudiesen encontrar, agazapados, como siempre. ¿Estarían ésta vez debajo de la mesa de centro, detrás de las cortinas? Recorría poco a poco con la mirada los asientos, los libros, el viejo sofá, tratando de encontrar alguna señal que los delatase, una huella, algo que no estuviese en su sitio habitual. Pero no. El directorio telefónico estaba allí, en su lugar, los cojines de los asientos tenían los mismos pliegues, los vasos sobre la mesa estaban ordenados...

Sabía que tenía que ir hasta el cuarto, abrir la puerta, encender la luz, de nuevo explorar todo para que esta vez, sólo por esta vez, no llegasen de sorpresa...Daba un paso, dos pasos, miraba el reloj...algunos minutos después de las siete de la noche...debían estar ahí, en algún lado...se tiraba sobre la cama, acomodaba la almohada, y cerraba los ojos...

De pronto sentía un viento helado, como si su cuerpo fuese presa de un leve temblor...su piel se erizaba, y poco a poco, como siempre, como ya era costumbre, su corazón empezaba a romperse en pedazos, y una lágrima, la primera, la que anunciaba que estaban allí, que no podía huir de ellos, empezaba a rodar por su mejilla...

1 comentarios:

Solange Noguera dijo...

Hola Jarapa...

los recuerdos?...generalemente se agazapan y te asaltan cuando menos lo esperas.

Saludos